Si el comportamiento humano es el
producto de sus experiencias y no de su conocimiento intrínseco, el hombre
necesitará de la guerra, la enfermedad y la miseria, para poder valorar la paz,
la salud y la abundancia. En suma, esta raza tan particular solo sabe apreciar
aquello que pierde. Y si de pérdidas se trata, así ocurre con su memoria, la
que la abandona con la suficiente frecuencia como para que le sea menester el
repetir estas calamidades para activar el recuerdo de su contraparte.
Bien se podría decir que el hombre suele
extraviar la sustancia madre del universo: El amor.