jueves, 31 de mayo de 2012

PENSAMIENTOS

El que no cree en nada, solo lo cree

Del diccionario: El término “miserable” denomina tanto al paupérrimo como al avaro

                                         Filemón Solo

jueves, 24 de mayo de 2012

PLENITUD

La búsqueda, constante, permanente. Inevitable
Exigente anhelo motivando el esfuerzo de la vida

Frente a una situación del todo imprevista -ya que solo se pretende el gozo- y provista de dudas, locuras, temores y padeceres                        

Todas arquetípicas tallas realizadas en la misma atávica madera de anteriores y ajenas generaciones

De propias olvidadas encarnaciones

A la postre, solo brisa que sopla nuestras velas de deriva por un corto tiempo y distancia. 

Pero disturba

 Siempre será magra la medida de lo tangible, ante la infinitud agraviada por el deseo insatisfecho

Deseo de plenitud y eternidad

Sí, hoy te tengo amor, en rostro, cuerpo y sentimiento de mujer

Sí, hoy te tengo amor, en mis brazos, acunando al hijo de la vida

Sí, hoy te tengo amor, frente al pocillo de café, único obstáculo ante la figura de mi hermano, compañero de jornada

 Si hoy te tengo, pero igualmente me duelo con el sufrimiento de la segura percepción de lo efímero

Insoslayable sensación del “semilleno”; o peor, del “semivacío”

Notoriedad de lo que falta

Evidencia experimentada de una discapacidad tanto en la recepción, cuanto en la entrega

 No es insaciable el deseo, ni permeable el fondo de su vasija

No es verdad que el contento surja, espontáneo, con la resignada valoración de saldos y retazos

Que lo haga de pequeñas luces de foráneas luciérnagas, migajas de alegría

Valorarlas seria disminuirse; renunciando por comodidad al áureo metal conformarse con sus reflejos                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
No es la conformidad estado que conduzca a la realización

No, es el desencanto, consecuencia de la falencia, el impulsor del cuestionamiento salvador

El mismo punto de trascendente intuición que acusa la falencia, evidencia el insulto del vacío subyacente en la carencia

No es el lanzarse a la ingenua carrera -siempre con obstáculos- lo que saciará el ansia del vuelo

Vuelo natural, impoluto, diáfano; sin alteración del aliento y sin retorno al suelo

 No se lee el libro no editado; ¡pero ha sido escrito!

El incomprendido grito del alma, produce temor, y se silencia

El temor es la respuesta a lo ignoto

Es el temor quien cierra las ventanas y baja las cortinas

Y ese grito, mudo ya, se pierde en el espacio cósmico

Oportunidad nuevamente postergada

 Y la formula bendita, que es su respuesta, no se lee, no se escucha

El secreto de la sublimación, potenciadora y purificadora, vuelve al remitente por ausencia del destinatario                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
Mismo que se halla vacacionando en las playas de la estupidez, sumamente “estrestenido”

Distraído y construyendo pequeñas obras de arena con plásticas herramientas de vistosos colores

 El mensaje, cierto es, no se extravía -no podría- solo se posterga

Pero se suman los tiempos de retraso

Bueno, no habrá manuscrito que no lea, ni correspondencia que no abra. ¡Cuando los tenga!

En tanto, emulo menor de la distracción colectiva, busco la fortuna de la felicidad en la pobreza, de esa moneda que alguna amorosa mano le ofrezca a mi destino.

 Filemón Solo



                                                                                    



                                                                    

jueves, 17 de mayo de 2012

El sendero, el recodo, y...París


Gracias Héctor por tu colaboración.
Era un día limpio, claro, y sin obligaciones. Fui a una galería de esas que exponen pintores no conocidos. Siempre me gustó la pintura, a veces encuentras cuadros interesantes, no sé si de gran valor monetario, pero sí en lo afectivo. Cada pintor expresa, lo que desea, y su obra no siempre es interpretada.

     En fin, de recorrida me sorprendió un cuadro que, para el neófito, no dice nada, quizá para mí tampoco, pero al pasar frente a él algo me atrajo.

En la obra se destacaba una calle, sí, una calle en medio de una gran forestación, que atravesaba la tela pero que parecía sin fin. Los colores reflejaban varias etapas del camino, como si arrancara de un paisaje parecido a los bosques de Chubut, en Esquél, donde estuve y quisiera volver, siguiendo luego por calles de una ciudad en nada convencionales. Me quedé observando que, a medida que me acercaba, parecía que la calle avanzaba, y si me retiraba, salía de ella hacia el bosque, -¿cómo lo logra?- me pregunté; de repente…una voz cercana, inquirió, -¿le gusta?-, miré a mi lado y vi a un señor, (extraño personaje, si los hay), vestido con un saco rojo , de buena tela, pantalón al tono y un sombrero simpático, que resultó ser mi interlocutor. –Sí-, respondí, ¿sabe usted quien lo pintó?, porque no está firmado. – Sí-, respondió, -¿quiere conocerlo?-, ¡por supuesto!, -me apresuré a decir-, bien, entonces vayamos. Acto seguido me tomó del brazo y avanzamos hacia el cuadro.

No me pregunten cómo, pero, en un instante, estaba en el sendero recorriendo ese bosque verde y escuchando sus inconmensurables sonidos. El personaje caminaba sonriente contándome sobre el origen de cada ruido, de cada pájaro que cruzaba, sobre cada rincón que saludaba, sin que yo pudiera ver a nadie. –Están-, me dijo, lo que pasa es que usted no procura verlos…haga un esfuerzo, déjese llevar por el ambiente del bosque y verá sus caras. Puse mayor atención, según me indicaran las palabras del hombrecillo, y de pronto vi unos ojos sonrientes que aparecían y desaparecían entre el follaje, -son duendes-, me explicó, -pocas personas los ven, pero allí están-.

Realmente me sentía bien, todo hacía que no me preocupara por saber donde estaba, sino como seguía el camino; al poco rato paramos nuestra marcha, justo en un recodo donde el agua azul de un lago daba la sensación que nunca, nunca, nunca, hubiese estado el hombre y sus desatinos

-¿Va bien?-, me preguntó mi guía, -"fantástico"-, le respondí. -"Este es el camino del pintor, al final del mismo nos encontraremos con él y lo conocerá"- . Seguimos andando, y el sendero se fue transformando en calle propiamente dicha, sin saber cómo, empezamos a ver una ciudad en la que yo nunca estuve, pero que, por lo que he leído y visto, me resultaba familiar. La calle, que ya era calle, y a sus costados se veía gente bohemia que pintaba y leía versos sin tapujos ni sonrojos, -¿dónde estamos?-, pregunté, -"Esto es París"-, fue la respuesta.

¿París?, ¿Francia?, ¡Cómo qué París!, ¡si no viajamos!, -sí, París- , me respondió. Estuvimos andando, -esto es París, y esta calle es arte, acá es en donde muchos se trasladan sin necesidad de viajar, solo por medio de sus sueños-, -¿acaso sus sueños no quisieron llegar a conocer Paris?, sus calles, su gente...bueno aquí estamos...allí hay un bar. Se llama Café de la , ¿lo conoce?, mire...allí está el pintor-.

El hombre que estaba sentado nos saludó agitando sus brazos, invitándonos a sentarnos, una bella señorita nos sirvió café. -"¿Es tal como la imaginó esta dama?, ¿verdad?-, me dijo, y sin aguardar respuesta, inquirió: -¿gustó de mi pintura?-, "me sorprendió", respondí...

-No soy yo, el que define mis trabajos, sino la gente como Ud., que transforma mis telas en sueños-, y acto seguido, se dio vuelta y me agradeció el haberlo ido a conocer. ¡Él me agradeció a mí!

-Continuamos viaje?-, sugirió mi acompañante, -sí, le respondí-, ¿hacia adonde seguimos?

-ya es tarde, debemos volver-, me informó. Bajamos unos peldaños de escalera, y me dijo, -llegamos, adelante-, abrió la puerta y me encontré en el hall de la galería de arte, ¡pero no así con mi interlocutor!, me quede inmóvil, -¿estuve soñando? ¿durante cuánto tiempo?-.

Caminé en busca del cuadro en la pared, pero ya no estaba... ¿Como pudo ser?, ¿lo habrán vendido? Si hasta hace un rato lo estaba mirando. Un poco quejoso al no verlo, y no encontrar respuestas, enfilé hacia un bar, pedí un café sintiendo una mezcla de frustración y alegría por lo que había vivido o soñado, pagué , y emprendí el regreso a mi casa.

Al llegar, el encargado me abrió la puerta y me dijo: Tengo esto para usted, me lo dejó un señor junto a esta tarjeta. “Saludos cordiales, que lo disfrute, me hizo feliz. Firmado De la Pé.

Era el mismo cuadro, con solo con una variante: de firma tenía unos ojos sonrientes

Héctor Julián


miércoles, 16 de mayo de 2012

El Barco y el Chupetín

PARTICIPACIÓN DE HÉCTOR JULIAN

Salí a caminar, sábado, tranquilo, pensaba hacer unas compras, el tiempo me sobraba.
Repentinamente, en una esquina,  vi  a un niño arrodillado llorando, me acerqué a preguntar que le pasaba, –a mi barquito se lo llevó el agua por ahí (señalándome una alcantarilla).
Había llovido en forma intensa el día  anterior, y el agua corría, por lo cual parecía posible el motivo de su queja.
¿Cómo era tu barquito?,  -pregunté-, era de papel, a mi me gustaba, me respondió,- bueno-, le dije, vamos a hacer otro. Con un pedazo de madera de árbol, dos ramas y un papel de chocolate armé una balsa con velas. -¿Te gusta?-,  ¡fantástico! –respondió-,  pero,…si se me va también?
Bueno, ve a la plaza con tu papá, y hazlo navegar, con un hilo largo, por el lago.
Muy sonriente, y abrazado a su barco como si fuera un tesoro, me dijo -¡Gracias, me llamo Luciano, me dicen lucho,¿ y vos?-.  Le di mi nombre, me saludó, y se fue.
Al día siguiente pasé por el parque pensando en comprarme unos lentes oscuros más baratos,  y pasé junto al lago. Me acerqué y, sorprendido, observé navegando a una balsa muy similar a la que yo había armado. Era de tamaño natural y manejada por un personaje pintoresco, de saco color rojo, que me resultaba familiar, también  a mi amigo Lucho, y varios niños más.
¡Héctor!, ¡Héctor! Me llamaban, invitándome a navegar. Sin pensarlo subi , ante el requerimiento de tan alegres marineros. El “personaje” me dijo, - ¿se acuerda de mí?, el de la galería de arte, el del cuadro camino a París, ¿me  recuerda?- Insistió.
Asombrado e incrédulo, seguí el viaje sin contestarle. Recorrimos un tramo, y el horizonte cambió,  navegábamos ya por un río en cuyas márgenes había una tupida vegetación de acacias,  pinos, arbustos, y sauces llorones, de cuyas ramas colgaban flores rojas y bastoncillos blancos rayados de colores. -¿De qué son esos frutos?-, pregunté, -son chupetines palito-, me respondió el personaje, -y las flores son helados de frutilla. Este es el sendero de los niños felices. Únicamente entran ellos y quien los hace felices. La felicidad de los niños es patrimonio solo de ellos; todos la llevan  dentro,  solo que a veces, las circunstancias hacen que no lo expresen. Hoy Ud. ha colaborado para que ello sucediera, y aquí está. Los adultos no saben diferenciar a un niño contento de  un niño feliz. Todos los  niños  en varios momentos están contentos,  pero, ¿felices?; la felicidad no se compra con regalos, se debe sentir y apreciar, y ellos son  los mejores intérpretes para eso. ¡Mírelos, ellos hoy son felices! Observe, vamos a la calesita que está en esa isla. Ayúdeme, tome la  sortija,  y a cada vuelta deje que vayan agarrándola uno a uno. Verá que quien no la toma en esa vuelta, estará feliz que su amigo lo haya  hecho.  Ese es el secreto, ellos nos enseñan a  nosotros-. 
Al dar la sortija, me di cuenta que del aparato salía, en lugar de la acostumbrada argolla, un premio de chocolate. 
Volvimos. Me dejaron en el borde del lago. Nos volveremos a ver, me dijo el hombrecillo,  estoy seguro… navegaron, giraron y desaparecieron.
Inquieto por lo que había pasado caminé hasta encontrar al guardián del  parque, al hacerlo le pregunté donde estaba el atracadero de los botes para alquilar, me miró sorprendido, - no, acá no hay botes, ¿Ud. vio  alguno?- , me respondió, agregando -si es así avíseme, porque no está permitido-. No dije  nada, volví sobre mis pasos recordando lo que me había comentado el hombrecillo, y ya casi al salir del parque la voz del guardián me alertó: “Señor se olvidó esto”…, eran dos barquitos, uno, el que yo había armado, otro de papel  mojado que decía : “gracias por los dulces y la alegría”…. De mástil tenía un chupetín de palito a rayas.


                                                                                                 Héctor Julián
 




jueves, 10 de mayo de 2012

PENSAMIENTOS

En la pareja y en el calzado, si los dos son iguales no se llega muy lejos
     
¡Que cumplidores son los años!

                Filemón Solo

domingo, 6 de mayo de 2012

¡ESE DÍA!

                                                            
                                               En el día prometido,
                                               -quisiera que fuera hoy-
                                               sabré en verdad quien soy,
                                               y porqué he venido

    En ese momento de luz,  
                                               tendré fiesta en el alma
                                               Me encontraré con la calma
                                               y bajaré de mi cruz

    Sentiré que todo ser,
                                               Es, y será mi hermano
                                               Y tomaré cada mano,
                                               para entregar sin temer

   Finalmente la vida, sabré,
   no es papel con regalos
                                              Momentos buenos o malos,
                                              contiene lo que creé    

                                              No me sentiré tan culpable,
                                              por los errores cometidos
                                              Con el perdón del olvido
                                              me trataré más amable

   Recordaré con afecto,
                                              -deferencia a mí mismo-
                                              mis caídas al abismo,
                                              aceptándome imperfecto

                                              Al ver, sabré que los años,
                                              no restan sino suman,
                                              y ellos solo consuman
                                              las obras del antaño

                                              Ya que al mundo podré ver,
                                              con una nueva visión,
                                              logrando la comprensión,
                                              de que siempre pude poder

                                              Sabré que la creación,
                                              está contando conmigo
                                              Y será bajo su abrigo,
                                              que cumpliré mi misión

   Dejaré el lamento,
                                              como prenda ya gastada
                                              Visto, no sirve de nada
                                              recordar el sufrimiento

   Y el ángel, a mi derecha,
                                              que sugiere mi camino,
                                              será guía en mi destino,
                                              que ya no por sendas estrechas

   Seré piedra, seré Dios,
                                              ¡Si todo es la misma cosa!
                                              Seré el Verbo que goza,
                                              hablando su única voz.


                                                   Filemón Solo