Cierta vez un Maestro me brindó un importante consejo
que hoy deseo compartir con quiénes visiten casualmente
este blog. Aunque, antes de eso,
debo advertir al lector acerca de algo, algo con lo
cual contar para una mejor comprensión de forma y fondo:
El Maestro en cuestión, tal como otros muchos de su
nivel, al vivir en uso de…, digamos, otro punto de vista, veces hay en que descuenta
la buena interpretación del sujeto, simplemente humano, al que se dirige. Razón
por la cual lanza, como si tal, algunos temas que pueden parecernos delicados,
amenazantes, o, cuanto menos, merecedores de cierta (obviamente previa)
introducción.
Así es que el Maestro me preguntara, usando un tonito
casual, si había yo decidido qué hacer inmediatamente después de mi muerte.
Si bien no usó el término “muerte”, lo primero que
acudió a mí, aún antes que cualquier pensamiento, fue un incomprensible
sentimiento de temor. Me sentí luego realmente decepcionado a causa de esta
reacción; cientos de veces habíamos charlado sobre otros mundos, nuestro
efímero paso por este, así como de todo tipo de temas relacionados,
directamente, o no tanto, a ese cambio
de posición dentro del escalafón cósmico, no obstante, aún se escondía en mente
una porción de ese depredador: el miedo.
Claro está que he yo visto mucho de lo que acontece al
humano previo a ese momento, y mucho también tengo estudiado acerca de la vida
en otros planos, pero mi Maestro, según solía hacerlo, me sorprendía apuntando
justo allí, a mí punto más débil. Él estaba personalizando lo teórico y
subjetivo, llevándome a mirarlo como personal y presente. ¡Él le estaba aplicando
una llave al cuello de mi ego, quién, loco, gritaba de dolor ante la seguridad
de su muerte! ¡Y llevaba razón!, puesto que se estaba hablando de su definitivo
final, aunque, quede claro, que no del mío.
El Maestro aguardó calladamente hasta ver que me
recuperara del impacto inicial, para, sin esperar respuesta, decirme lo que
tenía que transmitir en ese momento; ni una letra de más, ni un gesto de menos.
Solo lo justo y necesario.
“-Bajo ninguna circunstancia debes alterarte –digo
comenzando su alocución-, hay un pequeño lapso de tiempo (luego de la “muerte”)
en el que puedes elegir tus pasos inmediatos, en ese, tu nuevo estado. Solo por
unos instantes cierra tu visión y busca la paz interna.
Tu primera inclinación será volver tu pensamiento
hacia las personas y cosas que dejas atrás. Querrás comunicarte con tus
afectos, y te lamentarás por los proyectos inconclusos, pero si logras asirte
de ti mismo <cosa que allí no te será difícil>, te encontrarás en un
estado de libertad y mayor armonía. No permitas que ningún sentimiento te
perturbe y podrás encontrar una nueva posición confortable y acorde al sitio
donde te encuentras.
Una vez obtenida la estabilidad, necesaria luego de
cada cambio, podrás, haciendo uso de esta nueva y ampliada consciencia, darte algunos gustos.
La evolución no tiene porqué ser algo serio ni tan
formal, y ya has salido de ese mundo donde esas posiciones se mal-usan hasta el
cansancio.
Aunque ya bien lo sabes, no lo olvides: no debes quedarte observando el pasado, los amores que ahora parecen perdidos, serán
tuyos para siempre. En cuanto a lo otro que pudieras dejar atrás, bueno, todo
eso carece de importancia.
¡Tómate tu tiempo para hacer lo que deseas! Eso sí,
que no sea demasiado, pues puedes olvidar tu destino final, quedar entretenido
en tonterías, y esto puede costarte demasiado caro.
Viaja, ya que ese es tu gusto, visita todos los
lugares que desees, lee, en segundos, todos los libros que gustes sin siquiera
sacarlos de su estantería (lo cual, de desearlo, no podrías hacer), explora el
lado oscuro de la Luna, y vuela por el espacio con el solo impulso de tu pensamiento.
¡Pero cuidado!, es ese mismo acto: el de pensar, lo que te puede llevar al
desastre. ¡Jamás te permitas ideas (propias o ajenas) que hagan descender tu
nivel vibratorio!
Verás muchas cosas flotando por el éter; no te
detengas en su observación, son las creaciones mentales humanas, que por ahí
andan vagando y en espera de algún receptor dispuesto a incorporarlas antes de
perder su energía remanente.
No bien hayas satisfecho tu curiosidad sobre las cosas
de este mundo, ¡Levanta la visión!, ¡Has vibrar de amor incondicional tu pecho!,
y prepárate a recibir al guía que está
aguardando tu atención, para darte la más cálida bienvenida y conducirte hasta el
comienzo de tu nuevo camino.
Llegado a este encuentro, es ya poco probable que te extravíes,
has aprendido sobre lo que vendrá, MANTENTE
DESPIERTO, y la misma dinámica de la evolución te llevará hacia adelante.
Solo algo más, querido hijo mío, y solo por tu
seguridad: escribe esto en un cuaderno, guárdalo en sitio que siempre
recuerdes, y ve por él si más tarde te es necesario.-
Filemón Solo